La semana pasada, del 21 al 23 de octubre, se celebró la fiesta del cine. Durante un periodo de tres días las entradas para ver cualquier película valían 2,90 euros. Los cines se llenaron hasta arriba de consumidores, las colas para comprar las entradas eran kilométricas. ¿Hay alguien que se pregunte por qué?
La respuesta de los clientes ha sorprendido en muchas esferas y ha copado los espacios de varios medios de información ante la cantidad de gente que acudió. Y es que el sector del entretenimiento audiovisual lleva varios meses registrando bajadas. Muchas personas sitúan la clave de este comportamiento hacia un único elemento: el precio.
Una de las bases a la hora de fijar el precio de un producto es que si es demasiado alto puede disuadir de la compra. Igual que una reducción aumenta la demanda en la mayoría de los casos. Aunque esto no puede considerarse de manera única sin tener en cuenta el impacto psicológico. Cuando un producto tiene un coste muy bajo se asocia a que es de peor calidad, en cambio uno elevado se relaciona con una buena calidad.
De hecho existen productos de lujo que reciben demanda sin problemas. Aquí entran en juego otros dos elementos que es importante tener claro a la hora de fijar el precio. Uno es que el cine estaba al alcance de todos los bolsillos y ahora, debido a su aumento constante de precio, es considerado por los consumidores un servicio de lujo. Un cambio que no se está dispuesto a aceptar porque tampoco ha habido un cambio sustancial en la oferta.
El segundo elemento, que además se relaciona con el anterior, es que existe una manera de sustituirlo: internet. La descarga ilegal de contenido audiovisual vulnera la propiedad intelectual y aún así está a la orden del día. Los usuarios admiten su utilización sin vergüenza porque consideran excesivos los precios impuestos por las grandes salas. Al haber otra manera de cubrir la necesidad de ver películas el cine cae. Cae porque no está sabiendo hacer frente a su gran competidor: internet.
Por supuesto que si no se paga la entrada no se podrán rodar películas, pero también es claro que se está enfrentando a un competidor muy duro y no está mostrando todo el valor añadido que aporta como empresa. El cine debería vender la experiencia que se crea al estar viviendo la historia ante una pantalla grande en una sala oscura que te aísla del exterior a su precio justo. Explotar dichos elementos y tener en cuenta que se encuentra en una sociedad que está viviendo una crisis económica.
Así que a la hora de fijar tu precio ten en cuenta el impacto psicológico que tendrá en el consumidor, el entorno en el que estás, tu competencia, si existen productos sustitutivos y, sobre todo, ¿qué estas aportando?. Es decir, ¿cuál es tu valor añadido?
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